El Sur de Acapulco - 29 de Junio del 2009
Zacarías Cervantes - Sierra del Filo Mayor, Guerrero
Tercera y última parte
El comandante Ramiro, jefe de una columna del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI) se rehúsa a hablar de sí. “El Estado ya sabe quién soy y a lo mejor en su momento lo va a decir, pero si acaso no lo sabe hay que dejar que trabajen bastantito ¿no?. Aunque yo siento que ya sabe todo sobre mí”, justifica su negativa.
Finalmente, a lo largo de la entrevista va dando partes sueltas sobre su persona, algunas de ellas hasta podrían considerarse espectaculares: dos veces ha sido detenido y torturado por el Ejército mexicano y las dos veces se ha fugado; ha tenido dos enfrentamientos formales con los militares y asegura que ha salido victorioso. Desde los 14 años se ha dedicado a concientizar a todo aquel con quien tiene contacto para que exija sus derechos, ya sea en las comunidades de la sierra o en los mismos penales donde ha estado detenido.
Pero dice que no se siente superhéroe. “Eso nunca, somos parte del pueblo, nada más que armado porque no nos dejaron otra opción”. Es más, implora ayuda. “La lucha es de todos, no nos dejen solos. Nosotros hacemos lo que podemos. Somos parte del pueblo”.
Omar Guerrero Solís, el comandante Ramiro, es de origen campesino y dice que desde los 14 años es perseguido por el Ejército porque desde entonces ingresó a las filas del Partido de los Pobres (Pdlp) que fundó Lucio Cabañas).
“En ese tiempo solamente era base del movimiento del Pdlp. Yo les llevaba de comer a las columnas que estaban en diferentes lugares y participaba sólo de vez en cuando en las acciones armadas. Al mismo tiempo, en la comunidad de donde soy originario participaba en la exigencia de las obras sociales que se necesitaban como agua, electricidad, escuelas, carreteras”.
Admite: “el gobierno no estaba equivocado, desde entonces ya era guerrillero”. Dice que su formación subversiva la adquirió “por lo que se vivió en los 70”; “siempre admiré a Lucio (Cabañas) porque me platicaban mis padres de él y de su lucha, por qué sirvió y para qué, y desde ahí nosotros comenzamos a participar. Primero por la vía pacífica; en marchas, en plantones, a través de una organización social legal, sin armas, y en el PRD también, familiares de nosotros estaban participando”.
–Hoy dicen que eres delincuente; tienes nueve averiguaciones previas por asesinato, secuestro y violación, ¿qué dices a eso?.
–No me van a alabar. No acepto que soy un delincuente. Si dicen que matamos, puede ser, pero cómo vamos a enfrentar al Ejército, ¿con flores?. De violación eso si lo niego, eso jamás. Secuestro, lo niego. De que ha habido enfrentamientos y hay gente que cae, eso sí es cierto y si de eso me van a acusar, lo acepto, incluso ni preso lo negué.
Ramiro señala que si no hubiera decidido agarrar las armas simplemente lo hubieran asesinado. “Me di cuenta que si no agarrábamos un arma era más fácil que fuéramos asesinados y por eso decidí ingresar a la columna armada que existía en ese tiempo”.
Recuerda que su primera detención por los militares ocurrió por un delator. “Esa persona nos encontró un día en el campo entrenando y nos estuvo vigilando. Yo era el encargado de las actividades. Esa persona salió de esa comunidad y fue al cuartel a denunciar que había un grupo armado y quienes lo integraban, de ahí se vinieron con el Ejército a detenernos.
–De que año estamos hablando?
–Sinceramente no recuerdo el año.
De ello no expuso mayores detalles, pues dijo que no duró en la cárcel. Se les fugó.
Pero recuerda que desde entonces comenzó la persecución en su contra. Colocaron filtros en las ciudades y retenes con gente que lo conocía.
Fue así que al pasar en un retén de Riva Palacio, Michoacán, en la Tierra Caliente colindante con Guerrero, lo detuvieron por segunda vez. “Yo venía de Huetamo acompañado de otros compañeros, era 1999”, recuerda.
“Cuando fui detenido había civiles ahí, venía un hermano de Érit Montúfar (el actual director de la Policía Investigadora Ministerial de Guerrero, PIM), se llama Abel Montúfar, venía incluso al mando del operativo, o era parte del mando, entre otros que conocí”.
Señala que ese grupo de civiles que actuaban entre los militares, “se conocían como madrinas y son los que más daño hacen porque andan entregando gente, matando y robando, apoyados por los aparatos del poder”. Señala que esa gente sigue actuando ahora en las estructuras formales del gobierno, “pero algún día el pueblo armado los va a castigar. El poder se acaba, el sistema se va a derrumbar ¿y ellos donde van a quedar?”
El guerrillero recuerda que tras su detención fue torturado todo un día, entre otros por Abel Montúfar.
“Ya cuando estoy en Coyuca (en el penal de Coyuca de Catalán) se da una situación a parte de mala, bonita, porque me tocó organizar a los presos para protestar en contra de la represión, eran humillados y eso no debe ser, estás preso pero tienes derechos, necesitas trabajar, tener diversión, si no te vuelves loco y ellos (el gobierno) lo que quieren es que te metas a las drogas”.
Recuerda que así comenzó su acercamiento con los presos. “El director del penal también tenía a su gente y mandaba a golpear a los presos y tuvimos que entrarle también en esa vía nosotros, después de que había agredido a un preso, le quebró un pie a garrotazos”.
Dice que esas cosas también la acendraron su formación subversiva pues se preguntaba si esa es la readaptación de la que habla el gobierno: drogas en las cárceles, golpes, humillaciones, “así no se readapta a un reo, porque el que es rebelde de corazón se vuelve más y el que no lo es se vuelve ahí, otros le entran a los vicios, se desesperan, porque ahí no habrá otras cosas pero droga y alcohol sí hay”.
Como castigo por su rebeldía en ese penal, Omar Guerrero, fue trasladado al penal de Acapulco. “Yo no pensé que fuera a ser trasladado, pensé que me iban a sacar de la celda para matarme, porque el director del panal se llevaba con los Montúfar. Entonces yo dije que confianza voy a tener de que me van a trasladar. Entonces yo le dije al director no confío en ti y él me respondió que si no me sacaban por la buena lo iban a hacer por la mala”.
Omar Guerrero recuerda que tomó la decisión de que si lo querían torturar o matar, que fuera dentro del penal, frente a testigos, incluso le advirtió al director del penal: “yo voy a pelear con lo que tenga a mi alcance, no se te olvide que soy guerrillero”.
En seguida le mandaron a un grupo de policías y se dio un primer enfrentamiento a golpes apoyado con el grupo de presos que había organizado y que no lo dejaron solo, hasta que replegaron a los policías.
Sin embargo señala que días después hubo un segundo enfrentamiento y que finalmente se impuso la mayoría y lo sometieron, porque a los demás presos los encerraron, y sólo los de dos celdas rompieron los candados para pelear con él.
“Fui arrastrado por las gradas y todo eso me dio más coraje. Nosotros hemos tenido prisioneros y nunca los hemos tratado así. Eso no se vale y me tocó ver muchos casos, mucha gente torturada, malherida. Todas esas cosas hacen que uno no confíe en este sistema de gobierno, del partido que sea”.
Incluso denuncia que durante su traslado al penal de Acapulco fue torturado todo el tiempo; agujas que le enterraban, golpes en todas partes del cuerpo, “me preguntaban por los planes de la guerrilla, por las armas, la gente que nos apoyaba, por los dirigentes y si había funcionarios que nos apoyaban, quiénes eran, que dónde estaban. Y de mi parte todo fue no sé nada, no sé nada”.
Después cuando llegó al penal de Acapulco le advirtieron: “aquí sí te fregaste, aquí es Acapulco no Coyuca de Catalán, te vas a quedar calladito. Yo les dije está bueno, todavía vamos a ver y al final me dieron otras patadas de despedida”.
Durante un año 8 meses que estuvo en la cárcel de Acapulco también organizó a los presos para protestar por las torturas, en contra del narcotráfico, la drogadicción, la complicidad de los directores del penal con los narcotraficantes, “vendían droga como si fueran jitomates en el mercado. Yo nunca me imaginé que eso fuera así y mucha gente no cree que eso sea así”, señala.
Agrega que también se dio cuenta que había gente que la tenían encerrada sin la visita de nadie. “Se volvían locos, les daban una droga, no sé el nombre, pero los tenía viendo el sol mucho tiempo y bailando como zombis”.
Mientras se iban dando las condiciones para su fuga continuaba con su labor de elaborar cuadros, hamacas, “no todo era lucha, de alguna u otra forma teníamos que subsistir”.
Desde que llegó al penal de Acapulco, Ramiro siempre pensó que se iba a escapar, pero la libertad comenzó a ser una obsesión para él después de una visita de su esposa con sus hijos.
Recuerda: “cuando me visita mi esposa y mis hijos, me hice la promesa de que o me fugaba o moría en el intento. Porque mi hijo menor, cuando terminó la visita me agarró de la mano y jalándome hacia la puerta me dijo, vámonos papá”. Pero cuando los custodios cerraron la reja el niño afuera lloró, agarrándose de los barrotes, mirando a su padre que se quedaba a dentro.
Cuando termina la anécdota, pide una pausa con la palma de la mano, mientras carraspea para limpiarse la garganta, se limpia los ojos húmedos, respira hondo y sigue con la charla.
“La fuga fue a las 8 y media de la mañana después del pase de lista, que es a las 7, en el momento del desayuno porque en ese momento los guardias están atentos de lo que sucede al interior del penal. En ese momento hay bullicio, hasta peleas permitidas por la autoridad del penal. Por eso se aprovechó esa situación”.
Pero tuvieron que adelantar la fuga porque el plan se había descubierto, “hubo una gente de inteligencia que metieron y él les avisó que había algo raro y se optó por esa salida en el día, pero ese no era el plan”. Recuerda que se fugaron 13, 14 con él.
–Se dijo que escapaste con narcotraficantes, colombianos, –consulta una reportera.
–Son gente que conocí porque nos tocó estar juntos en el módulo, yo sólo sé que eran gente pobre, que si estaban metidos en las drogas era por su misma situación económica, pero apenas eran lo que se le llama burreros. Que son los que se encargan de vender droga. Pero eran pobres.
–Sin embargo se dijo que eran famosos narcotraficantes.
–No, eso es falso, yo vi cómo vivían, qué comían, cómo vestían. Estábamos juntos.
–¿Ellos no se interesaron en venirse a la sierra?
–Fíjese que sí, como son gente humilde; ellos en la cárcel me decían que aquí en México hay pobreza e injusticias como en su país, y que igualmente había una lucha armada como en su país. Entonces yo les dije pues intégrense allá a la lucha y dejen de andar en la droga. Algunos me dijeron que sí, pero a muchos les perdí el contacto.
“Pero eso de que eran narcos importantes es falso. Fue nomás para decir que me fugué con narcos y con delincuentes”.
–¿Qué pasó después de que escaparon de la cárcel?.
–Tres meses anduve huyendo por la sierra y fue muy difícil porque no teníamos qué comer, a dónde dormir, incluso ni armas y éramos perseguidos todo el tiempo, constantemente por los caminos por las carreteras y había comunidades sitiadas para que no nos dieran de comer.
–¿Andabas solo o con quién?.
–Al principio acordamos dispersarnos con la gente que salimos de la cárcel, porque juntos facilita la persecución, nos quedamos cinco juntos, seis conmigo. Con ellos empezamos a recorrer la sierra. Hubo gente que nos conoció porque salimos en la televisión y ya cuando nos vieron después en la sierra, nos ayudaron y así comenzaba la relación con la gente de algunos lugares. Al final formamos una columna completa porque se fue integrando la gente. Y seguimos aquí.
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