El Sur de Acapulco 15 de Junio del 2009
Jesús Saavedra
desde Puerto de Las Ollas, sierra de los municipios Coyuca de Catalán y Petatlán, Guerrero
Unos 500 efectivos militares mantuvieron sitiadas por cuatro días las comunidades de Puerto de Las Ollas y Las Palancas, municipio de Coyuca de Catalán, en donde torturaron a dos personas, robaron comida, maltrataron a las mujeres y a los niños, y pretendieron sembrar en las casas ropa militar, semilla de amapola y armas.
La operación militar, que comenzo el martes y tenía el objetivo de capturar a la columna guerrillera que encabeza Omar Guerrero Solís, el comandante Ramiro del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI), de acuerdo con la denuncia que hicieron los vecinos afectados a organismos civiles de derechos humanos que los visitaron el sábado.
La habitual calma de este poblado enclavado en la mesa del macizo de la Sierra Madre del Sur, en las colindancias de los municipios de Coyuca de Catalán y Petatlán, se vio perturbada al mediodía del martes cuando un convoy militar ingresó a toda velocidad por la brecha de terracería al grito de “¡Viva Rogaciano!”; los gritos de los soldados se referían a Rogaciano Alba Álvarez, viejo cacique priísta de Petatlán, ex alcalde, ex presidente de la Unión Ganadera de Guerrero por más de 15 años, y a quien autoridades federeles vinculan con el cártel del narcotráfico que encabeza Joaquín El Chapo Guzmán.
La irrupción violenta de los soldados provocó minutos de angustia, de miedo, de llanto en Puerto de Las Ollas, una comunidad de una docena de humildes viviendas de madera en donde habitan familias serranas que se dedican a la siembra de autoconsumo y que se oponen sistemáticamente a explotar la riqueza natural de madera que les rodea y que les ha traído problemas con “los civiles armados que a fuerza quieren que explotemos el bosque”, dice Angélica.
Los primeros soldados que llegaron a este poblado provenían del Cuarto Grupo de Morteros destacamentados en Zacatula, municipio de La Unión, quienes buscaban a “los secuestradores, los asesinos esos que encabeza Ramiro, en dónde está, porqué lo protegen”, gritaban furiosos los militares a una docena de mujeres con sus hijos que miraban temerosas esa acción inesperada el mediodía del martes.
A pesar de que no hay información oficial de esta operación, se deduce que los efectivos del Ejército buscaban a una columna guerrillera que encabeza Omar Guerrero Solís, el comandante Ramiro, del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI) y que el domingo 31 de mayo ofreció una conferencia en “algún lugar de la sierra”. La entrevista se publicó en medios de Guerrero y de la ciudad de México, y en el programa Punto de Partida que dirige Denis Maerker en el canal 2 de Televisa el martes 2 de junio por la noche.
En la información que se proyectó en ese espacio de Televisa, Ramiro denunciaba la “complicidad” de autoridades del estado y del Ejército con Rogaciano Alba Álvarez a quien acusó de tener un grupo civil paramilitar para aniquilar a campesinos que se oponían a la siembra de drogas o a la tala de montes en la sierra de Petatlán.
De igual forma el jefe guerrillero advirtió que el ERPI estaba preparado “militarmente” para responder a un ataque de las fuerzas armadas o de esos grupos paramilitares y descartaba la vía electoral para cambiar las condiciones políticas y sociales del país. Exactamente una semana después de que se transmitió esa información en Televisa, los soldados irrumpieron en Puerto de Las Ollas en donde suponían que había sido la entrevista con Ramiro y que sus pobladores estaban coludidos o daban protección a “los asaltantes, a los asesinos”, calificativos que eran utilizados en la época de la guerra sucia contra los guerrilleros.
Los abusos cometidos en la irrupción de los militares fueron denunciados por los vecinos por medio de organizaciones civiles, y publicados en El Sur, y por ello este sábado defensors de los derechos humanos y reporteros acudieron a ese lugar para verificar las denuncias de abusos de efectivos militares. A este recorrido en donde se levantaron esas denuncias acudieron los coordinadores de la Comisión de Defensa de los Derechos Humanos (Codehum) de Tierra Caliente, Rubén Román Bahena; de Costa Grande, Ramón Navarrete Magdaleno; el médico de la Codehum, Leonidas Mancilla Calvo; el abogado Juan Castro Castro del Centro de Derechos Humanos de La Montaña Tlachinollan; Manuel Olivares Hernández del Centro de Derechos Humanos de Chilapa José María Morelos y Pavón; Virginio Vázquez del Consejo Ciudadano de Chilapa; Raymundo Díaz del Colectivo Contra la Tortura y la Impunidad (Ccti) y Javier Monroy del Taller de Desarrollo Comunitario (Tadeco).
Militares torturan, roban y disparan
Los testimonios recabados en esta población son de madres de familia e hijos, quienes narraron los momentos difíciles que vivieron desde el martes al sábado cuando los militares colocaron en estado de sitio el lugar donde viven, hasta para ir al baño los vigilaban, ejemplifican en sus relatos.
De acuerdo con esas denuncias, el martes al mediodía llegaron unos 60 soldados a bordo de tres camionetas artilladas y se dirigieron a la tienda comunitaria de Las Ollas en donde vieron que un joven estaba afuera tomando un refresco con un rifle; el joven al ver que llegaron de forma violenta huyó al monte y dejó el arma que utiliza para cazar; los testimonios indican que los soldados catearon la tienda comunitaria y dispararon al aire el rifle calibre .22, para “justificar” disparos de los civiles hacia ellos y responder con disparos al aire.
Los soldados se dirigieron a la cancha en donde decomisaron una cuatrimoto que llevaba pacas de láminas de cartón, para una vivienda que los varones mayores de edad estaban construyendo en conjunto para una familia, y que huyeron al oír las detonaciones de las armas de los militares; por radio los soldados ya habían pedido “refuerzos” pues decían que habían sido atacados por los civiles. Después de la irrupción en este poblado, los soldados detuvieron a un joven de 14 años y a otro varón de 33 años que está enfermo debido a un derrame cerebral del que pudo salir vivo.
Los soldados se retiraron de la comunidad el sábado antes de las 2 de la tarde, viajaban a bordo de 12 vehículos Humvee, seis camionetas de redilas y una camioneta artillada, donde viajaba el comandante a cargo de la operación. Cinco kilómetros antes de llegar a Las Ollas, los militares se encontraron con el convoy de cinco camionetas donde viajaban reporteros y los representantes de organismos civiles de defensa de los derechos humanos; visiblemente alterados y sonriendo irónicamente sólo preguntaron a dónde viajaba ese convoy. “A Las Ollas”, respondimos desde las camionetas, “ah, ustedes son esos de derechos humanos, ja, sigan su camino”, dijo un soldado que se bajó de la camioneta que iba en la punta de la columna militar y empezaron a grabar desde sus unidades a los que viajaban hacia esa comunidad. Ni una explicación oficial de ese operativo militar de cuatro días.
Y es que desde el jueves, representantes del Ccti intentaron llegar a esa comunidad para verificar las denuncias de atropellos, pero un retén militar, instalado kilómetros antes de llegar a la comunidad lo impedía, hasta el sábado que abandonaron el campamento y se retiraron a sus cuarteles.
Si los van a quebrar a mí también, dijo doña Amanda
Doña Amanda, una señora de más de 60 años, fue la primera en dar su testimonio de lo que sucedió en esos cuatro días de sitio a la comunidad donde vive con su esposo e hijas, “los militares llegaron en tres comandos, llegaron al mediodía del martes, llegaron tirando balazos a la comunidad y no sabíamos porqué esa actitud; desde que salieron de la curva gritando como locos dijimos ‘éstos traen algo malo’, porque llegaron matándose en sus carros, en cuanto llegaron se escuchó la balacera, la gritadera y los niños llore y llore, a correr todo mundo”. Explicó que los militares decían que andaban buscando a los “asaltantes, a los secuestradores, a los asesinos, que les dijéramos en dónde estaban, que nosotros sabíamos dónde estaban esos que matan gente”.
Indicó que su nieto y su hijo estaban con ellas cuando llegaron los militares, “les pedimos que trajéramos la cuatrimoto que se había quedado en el camino y que los militares estaban maltratando y cuando regresaban los militares los vieron y ese fue el delito; los tuvieron golpeando como tres horas y los amenazaron que si decían, que otra vez que vinieran los iban a quebrar”.
“A mí me dijeron que si decíamos la verdad a los de derechos humanos o los reporteros, que me iban a quebrar y les dije que qué esperaban que de una vez, que me quebraran, si eso era lo que andaban buscando, pues que se dieran gusto”, dijo doña Amanda.
A su nieto Omar García Ávila de 14 años lo torturaron, “se lo llevaron, lo subieron a una camioneta, le taparon la cara con una camisa gruesa y le apretaban la camisa (para asfixiarlo), les decía que se detuvieran porque se estaba ahogando, le dieron de golpes con las palmas abiertas en los oídos, le picaban con un cuchillo la espalda, le dieron toques eléctricos desde una camioneta, le dieron patadas en la nuca y en el estómago. Mi hijo está enfermo de un derrame cerebral, César Ávila Ávila de 33 años, lo tenían en la cancha donde juegan los niños”.
“No detuvieron a nadie, sólo se llevaron para torturar a mi hijo y a mi nieto; se enojaron porque los hombres escaparon y cómo no iban a escapar si llegaron echando balazos y querían que entregáramos a nuestros esposos que huyeron para el monte”. Dijo que nadie respondió con fuego a los militares, “nos decían que nuestros maridos eran unos rajados, que porqué corrían y les dijimos que no tenían porqué pelear. Saquearon las casas, se llevaron la leche de los niños, se llevaron ropa, la ropa interior de las mujeres, las toallas femeninas, se burlaban con esas prendas y diciendo disparates”.
Dijo que fue “suerte que todos los hombres mayores estaban trabajando en la construcción de una casa para habitarla y cuando oyeron los balazos de los militares huyeron para el monte y los fueron siguiendo, les dispararon”.
A partir del martes por la noche empezaron a llegar los “refuerzos” de Atoyac y de Lázaro Cárdenas, en total contabilizó la población unos 500 soldados que establecieron su base de operaciones en la cancha de tierra que tienen en Las Ollas; miércoles, jueves y viernes, montaron operaciones en la zona serrana aledaña a esa población en busca de los adultos que huyeron y de los “asesinos”, apoyados vía aérea con helicópteros artillados. El martes y miércoles los primeros soldados catearon viviendas, hurgaron ropas y se robaron alimentos, “estaban buscando armas y nos dijeron que si no teníamos que ellos las iban a encontrar y que no nos hiciéramos los que no sabíamos nada”, revela Edith, una señora de 35 años con lágrimas en los ojos.
Los soldados intentaron introducir en los domicilios ropa de tipo militar, inclusive tenían preparado un costal de semilla de amapola, que al final decidieron quemar a un costado de la cancha, al no encontrar ni a guerrilleros, ni armas, mucho menos a los adultos que huyeron para el monte.
Erica sostiene a un bebé de meses de nacido y llora al relatar que esos días de “miedo, me amenazaron que me iban a dar un balazo, no quise ir a la casa, me hicieron un tiradero, se llevaron mi comida y traían ropa de soldado para meterla entre mis pertenencias; se llevaron una hamaca nueva, unas botas fiadas para mis niños y no nos dejaron para comer”, indica.
Mauricio de 9 años, parece que está tranquilo y relata que cuando llegaron los soldados regresaban de “llevar un tiro (un viaje)” de madera para la casa que construían su papá y otros adultos de la comunidad, “y cuando llegaron los soldados empezaron a tirar balazos, nos tuvimos que tirar a un lado de la carretera a un pozo y cuando salimos nos empezaron a preguntar en dónde estaban los que corrieron y nos dijeron que nos iban a llevar si no decíamos en dónde estaban, pero nos dejaron libres porque mi mamá intervino y les pidió que no nos hicieran nada, nomás se reían de nosotros”, aseveró.
La mamá de Omar García Ávila relató que los soldados “llegaron preguntando por Ramiro, por eso empezaron a golpear y a torturar a mi hijo y a mi hermano; andaban preguntando por varios nombres, tenían una lista con nombres y que en dónde estaban. Ya que empezaron los refuerzos no se metieron a las casas, se burlaban de nosotros y nos decían que nadie les podía hacer nada y se reían, que nos dejen en paz, no hemos hecho nada malo”.
La madrugada del miércoles, las dos personas torturadas decidieron abandonar el poblado en la oscuridad y se fueron al monte, para hallarse con el resto de los varones que huyeron al momento de la incursión militar.
Los pobladores rechazaron que hayan respondido la agresión de los soldados a balazos, como se publicó en este diario según las primeras versiones procedentes de la comunidad, “no tenemos armas, sólo instrumentos para trabajar nuestras tierras”, responde doña Erica. Revelan que con los soldados, iban civiles con capuchas que informaban de todos los movimientos de la población y que inclusive aportaron datos para una lista con nombres de varones de aquí. Inclusive una mujer que viajaba en cuatrimoto, la mañana del sábado les avisó que por el acceso de Vallecitos de Zaragoza iba subiendo un convoy de reporteros y defensores de derechos humanos para verificar las denuncias de violaciones. Esa alerta orilló a los militares a levantar su campamento y partir rumbo a ese acceso y la otra parte del contingente militar lo hizo por la vía hacia Petatlán.
Temerosos quienes huyeron al monte
El poblado de Las Ollas se quedó a merced de los militares desde el martes y todos los hombres adultos se fueron; el día que llegaron los soldados estaban trabajando en la construcción de una vivienda de madera y al escuchar las detonaciones de los militares decidieron huir al monte.
Los dos días posteriores huyeron por el bosque y evitando encontrarse con los soldados que a pie y apoyados con helicópteros por aire, los buscaban afanosamente.
Al atardecer del sábado se lograron comunicar a través de un radio de control remoto que tienen en esa comunidad y reportaron que estaban “bien” en algún lugar del denso bosque escondidos, “temerosos de que los militares vuelvan otra vez”. Vía radio, explicaron que cuando oyeron los disparos decidieron los diez varones que trabajaban en la construcción de la casa huir, “nos fuimos, porque nos disparaban a matar, no debemos nada y les pedimos que nos digan qué se traen con nosotros, si somos gente de bien”. Reportaron que una persona mayor de 50 años, se sentía mal por las largas caminatas de un lado a otro para esquivar a los militares, “estamos cansados, con hambre, no hemos comido y pedimos que nos dejen en paz; no sabemos qué buscan, nosotros no hemos hecho nada”, dijo una voz masculina en la comunicación e inclusive desistieron de la ayuda del médico de la Codehum para atender a la persona que se sentía mal.
Los testimonios de las mujeres y de los niños, fueron levantados por el personal de la Codehum, quien dio a conocer que prepararán una queja para radicarla a la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y se investiguen esas denuncias de atropellos a la población civil.
Las Ollas pueblo prehispánico alfarero
Para llegar hasta esta comunidad mestiza, se puede acceder por San Luis La Loma, municipio de Tecpan; por Petatlán o por la carretera Zihuatanejo-Ciudad Altamirano, por el poblado de Vallecitos de Zaragoza; las tres vías son brechas de terracería y en donde te toma más de cinco a siete horas de camino en camionetas de doble tracción para poder llegar.
Las Ollas se ubica en el cenit de una cordillera de montañas y desde donde se puede apreciar a la perfección como esta formación natural que es la Sierra Madre del Sur, divide a la Costa Grande de la Tierra Caliente; el poblado está rodeado de un espeso bosque y en el centro se ubican exactamente una docena de humildes viviendas de madera. Sus habitantes no rebasan el centenar de personas entre adultos y niños, que se dedican a la siembra de autoconsumo: maíz, frijol, lechuga, rábano, tomate, cilantro y comen cuando se puede jabalí, venado y conejillo salvaje.
Doña Angélica explica que este poblado se denomina Las Ollas porque en los pequeños montes que rodean el poblado se pueden encontrar enterradas ollas de barro de todos los tamaños; algunas de estas ollas tienen labrado una figura, probablemente de corte Olmeca, que carga en su espalda ollas de barro que se supone llevan en su interior ofrendas a alguna deidad.
A cinco minutos de esta comunidad se ubica Las Palancas, en donde se encuentra abandonada una escuela que sirve de potrero de vacas y burros, una comisaría que es utilizada como bodega y en los alrededores se construyeron dos viviendas que son habitadas por sus familias.
Ambas comunidades se acogieron desde hace tres años a la religión Cristiana y en las dos se puede encontrar a dos pastores que “predican la palabra del señor”; son poblados en donde sus habitantes no se les escucha decir una sola grosería o alguna mala actitud. El pastor que se encuentra en esta comunidad, dio a conocer que hasta el sábado por la mañana le permitieron ingresar a la comunidad, “les pedí (a los soldados) en nombre del Señor que actuaran con serenidad, pero sólo responden que siempre decimos lo mismo, que somos cristianos. Estamos en oración constante para que esta pesadilla se acabe”, añadió.