por Eduardo Morán C.
14 Diciembre 2014 - El Cuento: Había una vez un arcángel divino que llevaba 200 años ciñendo de oliva las sienes de una ¡Oh Patria Querida! Hasta que un buen día dijo: "#Ya me cansé" y abandonó su inútil labor organizando una marcha celestial y pacífica con cientos de querubines, a la que se infiltraron los demonios de siempre, para exigir al preciso: "Cambia el eterno destino que en el cielo con tu dedo escribiste para México". Entonces Dios con otro dedo escribió: "Ciudadanícese el país". Fue así que México en un santiamén se convirtió en una copia del Jardín del Edén pero con estado de derecho, pues recordarán que en el original el derecho a discernir y los de Eva eran bastante limitadones. Fue pues así que los mexicanos al fin fuimos gobernados, legislados, ajusticiados y vigilados por los impolutos ciudadanos que por millones deambulaban ignotos en cada rincón del país. Y a partir de entonces vivimos felices por siempre. Colorín colorado.
La Realidad: La realidad es que aún convirtiéndose en realidad el cuento, México seguiría igual, porque habría ocurrido lo que siempre ha ocurrido: Intentamos resolver nuestros problemas atacando sus efectos no sus causas.
Un ejemplo de lo que digo lo tenemos en nuestra obsesión por darnos procesos electorales perfectos y el profundo desprecio por vigilar y sancionar lo que hacen nuestros elegidos, como si el problema fuera "quienes" nos gobiernan y no "cómo" lo hacen. Miren ustedes: En 2015 daremos al INE y al TEPJF 21,634 mdp, mientras que a la Secretaría de la Función Pública y al Instituto que nos da acceso a la información sobre cómo se las gastan, 2,379 mdp. Es decir: gastaremos 10 veces más en elegir que en vigilar. Obviamente después de esta sandez, andamos pegando de gritos a toro pasado por lo que hacen nuestros gobernantes, representantes, policías, fuerzas armadas, impartidores de justicia y demás flora y fauna oficial.
Otra muestra es el hecho de que a pesar de tener siglos sufriendo las consecuencias de la corrupción e impunidad, seguimos empecinados creando o modificando leyes sabiendo que nadie las va a respetar, pues tanto sus destinatarios, quienes vigilan su cumplimiento y los que sancionan su violación, están de acuerdo en que en este cochino país todo tenga su asqueroso arreglo. No obstante que los brutales eventos de Iguala demostraron que fue la corrupción e impunidad y no la ausencia de leyes lo que los hizo posibles, en 2015 destinaremos 13,398 mdp a crear nuevas o a modificar las existentes con el sui generis resultado de proporcionar a los ciudadanos: más y mejores leyes que puedan pasarse impunemente por el arco del triunfo, y a quienes vigilan o juzgan su violación: más fuentes de ingresos.
Quizás el más claro ejemplo de nuestra disfunción cerebral sea el gasto destinado a nuestras aulas: 305,057 mdp, pues la corrupción y buscar quedar impunes de nuestras faltas son costumbre que se adquieren en el hogar no en el aula. De poco sirve a nuestros niños y jóvenes oír en voz del maestro los beneficios que les acarreará preparase, ser honestos, íntegros y solidarios, si en casa ven que sus padres intentan conseguir todo a través de la corrupción y la impunidad.
Mientras ciudadanos y gobernantes quieran compartir en lugar de combatir la corrupción e impunidad, seguiremos condenados al eterno destino que dedo al gatillo en el infierno estamos escribiendo. Dejemos pues de intentar paliar los efectos de nuestros problemas y ataquemos a fondo sus causas. Entendamos que toneladas de papel sanitario o escusados gigantes, no curarán la diarrea que nos cargamos. Urge un tapón, pues como le escuché al periodista Rafael Cardona: La caca ya llegó al ventilador de techo.
Ojalá que las cloacas que se han destapado nos lleven a que la rendición de cuentas sea algo más que un anhelo, pues de lo contrario, sólo es cuestión de tiempo para que volvamos a descubrir otros basureros tan macabros como el de Cocula, Guerrero.