Historias de Zihuatanejo - La Noria

LA CULTURA COSTEÑA (del Diario de Zihuatanejo)

Por Raul Roman - 5 de noviembre, 2009

EL NACIMIENTO DE LA NORIA
DON ALFONSO LARA MEJÍA
(Entrevista con don Alfonso Lara Mejía. Mayo, 2009)

La Noria es un espacio geográfico bien conocido e identificado por los zihuatanejenses, pues ahí viven y conviven gran parte de los pescadores locales, hábiles lancheros y conocedores del medio, los comerciantes y artesanos a la alta escuela y la colonia se apura por mantener permanentemente equipos muy buenos, de béisbol, futbol y nadadores de altos vuelos y ser todos conocidos por todos.

Para esto la vida tiene sus carambolas humanas. Raúl Román “El zurdo” cumplía cabalmente su servicio social médico en la colonia Cuauhtémoc, adonde fue a consultarlo el protagonista de esta historia. El zurdo sabía los objetivos del escribiente acerca de la historia regional, por lo que raudo y veloz concertó una entrevista en vivo y a todo color, para rascarle a la raíz comunitaria y sacar a flote el “nacimiento” de la colonia La Noria.

En un encuentro muy ameno y gratificante con don Alfonso Lara Mejía, mejor y cariñosamente conocido como “El rey”, nos refirió la historia y poblamiento de una de las colonias de mayor impacto social para Zihuatanejo.

Acto seguido le seguimos la pista al “papa”; ya José Ángel Lara Magaña “Al Ángel del mar” nos señaló específicamente adonde encontraríamos a tan ilustre personaje . . .su tío, para mayor referencia . . . al otro lado del puente de La Noria, al lado del cauce natural, bajo el arbolado espacio en el que todos los días se sienta a esperar a los posibles alquiladores de sus pangas; amablemente nos invitó a sentarnos y con una voz sonora nos refirió esta raíz comunitaria, entre los trinos de pájaros y el arrullo del agua que adornaban el ambiente . . . todo lo demás fue pura miel en penca.

“Yo nací allá por 1920 en Lagunillas y de ahí pa´delante, nos venimos al lado de mi papá don José Lara Galeana, de mi mamá doña Margarita Mejía y de mis hermanos Fermín, Angelita, Germán, Alba, José, Chencha y otros seis más; ahorita quedamos cuatro, pero ¿qué pasa? que lo legal es que primero muera el más viejo y luego los más nuevos, pero aquí sucedió al revés . . . murieron los más chicos y yo, sigo quedando.

Sembrábamos maíz, frijol, calabazas, melón, ajonjolí, sandía y arroz, y se vendían por litros y cuarterones, primero allá por los cerros de “La Ropa”, el de “Las Gatas” y con mi padre tumbamos en La Majahua, ahí yo mero la tumbé; al paso de los años, mi padre fue vendiendo en $20.00 pesos, cada pedazo de tierra y de acuerdo a la necesidad familiar se fue gastando. Luego nos fuimos a trabajar a Las Barbulillas, con Elpidio Barrón y Faustino Gómez Tixtla, cerca de la playa y con mucho trabajo de machete, hacha, pala y pico.

Allí salía el diablo pues olía a azufre y se hacían sombras, además el diablo gritaba y bufaba, por lo que todos corrieron, menos yo, porque tengo la sombra pesada, hasta que una noche salí y le dije:

-¿Dime qué quieres, cabrón . . . hijo de la chingada?-remarcaba nuestro amigo, con toda valentía. A mí no me daba miedo, no me espanté, yo no debo nada . . . no soy valiente, pero no me da miedo este cabrón. Me vine porque me decían que qué hacía yo allá solo, y tenían razón.

Nosotros vivíamos ahí donde está el estacionamiento de los marinos. También, lo que hoy es la Plaza de la “Libre Expresión” era una nopalera grandísima y recuerdo que de ahí pa´llá, los terrenos de La Noria, eran unas huizacheras bien grandes y no había ni un alma - enfatizaba don Poncho, señalando hacia la colonia en referencia.

Las primeras gentes de Zihuatanejo se aposentaron en la parte de adentro del puerto, desde lo que es ahora la biblioteca, la cancha municipal y el estacionamiento del muelle, construyendo casas de palapa y teja, bien chaparritas, con pisos de tierra y se abastecían de agua en la Noria, adonde está la cancha de basquetbol, ahí está el pozo, bien vivo, nunca se acaba, nomás que está tapado para protegerlo.

Teníamos que pasar la laguna, en tiempo de secas y que cuando se cerraba, pasábamos a pie, o con piedras y troncos que servían como “puentes” y traíamos el agua en baldes y latas de alcohol o cántaros; en los tiempos de lluvias lo hacían con un pango que nos ayudaba a atravesar esta corriente de entrada del mar y salida de la laguna y que también lo teníamos que hacer con el agua en el pecho, pues nadie puede vivir sin agua.

Y una vez que hubo la necesidad de abastecerse con más ganas, se empezó a poblar de aquel lado siendo Fortino Leyva el que se puso primero, por donde ahora vive el maestro Marciano, después llegaron y se aposentaron Pedro, Santos (q.e.p.d.) y Alejo Valle y yo, que en este tiempo somos los más viejos de este lugar; y de ahí, poco a poco fueron llegando más gente, con los parientes y amigos de los primeros pobladores. Llegaron después Víctor, Pedro y Fortino Leyva, a él le decían “El Canoero”.

Ahí en mi casa había una higuera con camuchinas y llegué a matar con resortera chachalacas y palomas de alas blancas; también tumbé y llevé un jiote, que es madera muy dura y adonde cabían hasta tres pangos, pero sólo hice uno porque yo soy cabrón pa´ la hacha.

Recuerdo que los sitios de pesca para todos los de aquí eran “El Contramar y en “El Almacén” de donde sacábamos pescadales como ojotones, salmonetas, huachinangos, sierras, roncos, curvinas y también langostales y almejas; el pescado lo dábamos a 0.5 centavos, que sonaban clarito . . . luego vino uno de cinco pesos que no sonaba nada. Nos alumbrábamos con velas y veladoras . . . y yo tenía y hasta la fecha tengo que dormir oscuro, que no se vea nada, nada.

Una vez que el pueblo se fue extendiendo, llegaron a Las Gatas: Clemente Bustos, Vidal Veda, Oliverio Maciel y Luis y Raymundo Olascoaga con su mamá Cuca y otros que ahorita no recuerdo. También el primer farero . . . el guardafaro era un hombre muy alegre y se llamaba Gerardo Rico . . . tuvo un hijo que ahora vive en Acapulco llamado Aníbal Rico.

Venían barcos como el “Santa Fe”, el “María Martha” y el “Oviedo”, traían harta pepsicola y esos luego, luego tiraban el ancla para bajar la mercancía y para salir los jalaban porque no tenían reversa, puro pa´delante y dale pa´ya, y dale pa´cá . . .

Cuando era el día de la feria de “papa Chuy”, en semana santa, nos íbamos a Petatlán caminando y en el camino se veían tigres, leones, tecuanes y culebras. Pasábamos por Agua de Correa y en medio del Coacoyul. También había un “ojo de agua” en el Calechoso, todavía está, no se termina nunca; ahí pasaba “la valija”, la llevaban Martín Arciniega y Wenceslao Ramírez, hasta Petatlán.

También nos íbamos caminando de ida y vuelta hasta La Unión y ahí bailábamos en las fiestas; sacaban una lancha y la volteaban y ahí zapateaban con la música de guitarras, violines y arpa, se oía muy bonito.

Había una mujer bien chula que era buena pa´ bailar, tan buena que le decíamos “La Potranca”, una mujerona, se movía pa´lla y pa´ca; se juntaban el hombre y la mujer y zapateaban con la música, ¡briiiiinnnnnnnn!, bien, bien chulo”. . .

Y aquí se acaba este rescate histórico; mientras don Alfonso le echaba “el ojo” a una chaparrita de Miguelito que servía en un comercio cercano, nosotros cerrábamos la bella historia del poblamiento de La Noria, orgullo caro de este hermoso “lugar de mujeres”.