por Eduardo Morán C.
11 Marzo, 2018 - Para lograr el monumental caos urbano que tenemos en Zihuatanejo, fue indispensable conjugar por largo tiempo 4 factores: 1.- una autoridad permisiva (el ayuntamiento), 2.- un organismo regulador inoperante (el FIBAZI), 3.- grupos de ciudadanos capaces de organizarse (los invasores), y 4.- una sociedad indiferente acostumbrada a pasarse leyes, normas y reglamentos por el arco del triunfo.
Si uno solo de estos 4 factores no hubiera existido, es imposible que hoy sufriéramos las consecuencias del desorden urbano que tenemos, y que, en mi opinión, es un factor determinante en el deterioro de este centro turístico, de la caída del nivel económico de nuestros visitantes y, por ende, de la disminución de la calidad de vida de sus habitantes. Ante la magnitud de las invasiones y del periodo tan largo en que vienen ocurriendo me pregunto: ¿Por qué los zihuatanejenses nunca nos hemos organizamos para exigir y lograr que el FIBAZI detenga este desastre o bien, para que el inútil organismo desaparezca? Ante el resultado que tenemos, es patético que entre las decenas de “distinguidos” azuetenses que han desfilado por la dirección del FIBAZI, ninguno de ellos haya propuesto al menos un plan para evitar más invasiones. Peor resulta que muchas de ellas hayan sido promovidas precisamente por quienes debieron evitarlas. Es notable como ante la vista y complacencia de todo mundo, día a día fuimos permitiendo silentes que se le diera en la madona al otrora paraíso natural y durante un cortísimo tiempo (el que tardamos en destruirlo) exitoso destino turístico.
Otro ejemplo de nuestras capacidades es la CAPAZ, en cuya dirección y puestos de primer nivel han desfilado en el último cuarto de siglo, otra pléyade de “distinguidos” ciudadanos, lo cual me lleva a concluir que esa es la razón de sus deplorables resultados. Cómo explicar que teniendo la CAPAZ el monopolio para vender agua a decenas de miles de clientes y a miles de comercios, el organismo se encuentre en banca rota. Cada año nos dicen que se invierten cantidades millonarias en mejorar su servicio, pero cada día el suministro de agua y su reciclaje es más deficiente, curiosamente, inversamente proporcional a la riqueza que exhiben quienes pasan por sus administraciones. No recuerdo a la fecha un solo director o consejo de administración de la CAPAZ, que en su momento haya presentado un informe detallado sobre el manejo de los millones que mensualmente entran al organismo. Todo mundo exige agua, pero muy pocos pedimos cuentas, cuando quienes han pasado por ahí nos demuestran que el problema de la CAPAZ, no son las fugas de agua si no las de sus recursos económicos.
Somos una sociedad capaz de organizarnos e incluso llegar a la agresión física, con tal de llevar a los más diversos ciudadanos a la presidencia municipal, pero incapaces de hacerlo para exigirles y lograr que nos informen cuánto y en qué se gastan los miles de millones que administran. Es increíble que permanezcamos impasibles ante el escandaloso enriquecimiento que exhiben sin el menor pudor, expresidentes municipales, exdirectores, exregidores y hasta exinspectores.
Nos resulta fácil argumentar que el muladar que hoy somos, se debe básicamente a la permanente ausencia de autoridad de nuestros gobiernos o a la corrupción de éstos, olvidando por ejemplo que nuestro transporte público es terrible y que ni concesionarios ni choferes les interesa mejorar un ápice su servicio, si bien la autoridad no los sanciona y hasta se colude con ellos, eso no impide que estos ciudadanos debieran preocuparse y ocuparse de mejorar su servicio. De igual forma la invasión de vialidades y banquetas por el comercio establecido y ambulante es notable, y otra vez la autoridad lejos de sancionarla la permite mediante la dádiva correspondiente; pero al comerciante le vale auténticamente madres afectar a todo mundo con su acción y al marchante le molesta esta acción, pero le compra. El manejo que damos a nuestra basura es aterrador, pese a ello exigimos un servicio de recolección de primer mundo. Nuestra imprudencia al conducir y estacionarnos es asombrosa, pero achacamos los problemas de tránsito a que nuestros agentes son unos corruptos prepotentes e ineficientes, cuando quienes se pasan semáforos, se estacionan en doble fila, en lugares prohibidos, se meten en sentido contrario, etc., etc., somos los ciudadanos que manejamos.
Aquí le paro porque si no llenaría este periódico con ejemplos de la enorme participación y responsabilidad que tenemos los ciudadanos en nuestros problemas. Atribuimos todos nuestros males a nuestras autoridades, sin considerar que son simples ciudadanos quienes sin el menor asomo de vergüenza se pasan leyes, reglamentos y normas por el arco del triunfo. Somos una sociedad en que la mayoría tiene un total y absoluto desprecio por la ley, y como de esa sociedad surgen nuestros presidentes municipales, regidores, funcionarios municipales, directores de FIBAZI y de la CAPAZ, los líderes y presidentes de todas nuestras asociaciones, es que sin importar quién sea el ciudadano que gobierna o dirija un ente público o asociación, nuestros problemas cada día son mayores y consecuentemente cada vez estamos peor como destino turístico.
Dejemos de buscar fuera las razones sobre lo que hoy somos como destino turístico, entendamos que somos el resultado de lo que hemos hecho o dejado de hacer los ciudadanos. Urge que nos organicemos para algo más que invadir o para elegir un nuevo ayuntamiento que dejaremos gobernarnos como siempre. Requerimos conformar instituciones que nos permitan acotar el latrocinio de nuestros funcionarios, pues de otra forma, los recursos destinados a resolver nuestros problemas terminarán en sus bolsillos. Es indispensable que los ciudadanos seamos parte de las soluciones no de los problemas.
Pero como digo al principio: “Todo mundo se quiere ir al cielo, pero nadie se quiere morir”.
Es todo…